Editorial nº 47-48 por María Pinar Merino

Desde hace ya varios años estamos inmersos en las múltiples crisis sociales y personales y eso ha generado un estado de “normalidad” que resulta preocupante. En la calle, la mayoría de la gente manifiesta una desconfianza general en los gobernantes y en los políticos al considerar que están a la orden de las grandes empresas, de las “plataformas financieras”, o de los mercados. Lo muestran las encuestas de opinión que periódicamente se publican en los medios de comunicación.

Hemos hablado varias veces desde aquí que la crisis más profunda que soportamos es la de la ausencia de valores, de ética, de ilusión, de confianza, de esperanza.
Recuerdo una situación personal que viví hace años en la que un anciano sabio me dijo: “Te das cuenta de que estás intentando sacar leche de una vaca muerta”.

Con aquella metáfora me dejaba claro que la situación, en la que yo me empeñaba, no tenía futuro y a partir de ese momento, en lugar de sumirme en la depresión o la desesperanza, empecé a buscar nuevos objetivos, nuevos proyectos, nuevos horizontes hacia los que caminar. El resultado de aceptar ese reto fue generar cambios en mi vida que me hicieron descubrir un montón de recursos internos, que de otro modo nunca hubiera encontrado. La crisis me sirvió por un lado, para aprender lo que no quería más en mi vida y, por otro, para crecer como persona en todos los ámbitos.
Ese es el sentido que tienen las crisis, ya sean personales o sociales. Llegar a una revolución que cambie aquello que no nos gusta.
Hay tres preguntas básicas que deberíamos hacernos:
  • ¿Cómo me siento? 
  • ¿Cómo me quiero sentir? 
  • ¿Qué puedo hacer para sentirme como yo quiero? 
Y a partir de ahí buscar estrategias, apoyos, medios, etc. que nos ayuden a vislumbrar nuevos objetivos, que incluso puedan parecernos utópicos, pero al seguir trabajando sobre ellos los convertiremos en proyectos y de ahí se derivarán acciones concretas.

Ese es el camino para salir de la crisis. Pero no podemos olvidar nuestra experiencia humana que nos recuerda que toda revolución social corre el riesgo de convertirse en una copia mejorada de lo que habían derrocado.

La única forma de que los cambios se consoliden en el tiempo y tengan un carácter de mayor evolución, es decir, que sean de una octava mayor, es que la revolución esté sostenida por la transformación de cada persona desde el interior. Los grandes filósofos y pensadores de todos los tiempos nos hablan de que sólo se puede cambiar el mundo si cambias tú. Lo han dicho de muchas formas diferentes y con palabras distintas, pero el significado siempre es el mismo.

Son momentos complicados en los que hay que estar presente, apoyando y participando en el exterior, pero también hemos de buscar la presencia interna, la intimidad que nos permita mirar hacia dentro para reconocernos a nosotros mismos para generar lo mejor que tenemos y ponerlo al servicio de los demás. Cada vez que alguien resuelve un conflicto, que reconoce de forma madura sus limites y los de los demás, que acepta las potencialidades tanto propias como ajenas, etc. está dando esos pasos no sólo por él mismo sino por toda la sociedad.

De esta situación que vivimos hay que salir juntos y dirigir la nave Tierra que surca el espacio hacia unos horizontes donde podamos vivir lo que nos corresponde como seres humanos del siglo XXI con Consciencia y Conciencia_ Vivir la justicia, la libertad, la paz, el amor, la verdad, la hermandad, la solidaridad, el respeto, la tolerancia, la igualdad, la confianza, la apertura, la compasión, la VIDA.

María Pinar Merino